Anécdotas y Hechos Históricos de nuestra Semana Santa.

ECOS DE RESPETO (Séptima Anécdota).
Cuando todavía los vencejos no dejan ver sus sombras de negro profundo sobrevolando las almenas y espadañas de las nubes que se mecen cautelosas entre el cielo que esconde su sol en horas más tardías; cuando todavía el naranjo espera en su justo fluir del tiempo ese instante preciado, ese instante milenario, secular, de hacer florecer su fruto o, mejor dicho, su perfume, en la perfecta geometría ambiental de Sevilla; cuando todavía el eco atemporal del último cerrojazo en Santa Marina continúa acariciando el umbral de nuestros recuerdos, el Señor de la Salud de la Candelaria vuelve a reencontrarse con la tierra que lo lleva esperando tanto tiempo. 
Y es que el candil de la espera poco a poco se consume. El anónimo pabilo que mantiene su forma en el olor inefable de las sacristías vuelve a encenderse, alumbrando ese varal inquieto que falta por alzarse como pilar del cielo. 
Mas dejemos que el tiempo trabaje su labor. Él es quien lo decide todo.  No hay margen de demora ni de adelanto, pues así lo lleva haciendo desde hace siglos. Nada ha podido contra el paso eterno e infinito del tiempo. Y Sevilla lo sabe. 
Y lo que bien sabe es que el canon de respeto tiene su más acertada y completa acepción en la Parroquia de San Nicolás de Bari. Ecos de respeto. Titulo así este humilde opúsculo ya que es menester narrar una bella historia que tuvo lugar en Sevilla el 18 de julio de 1936 en la feligresía de esta Parroquia. 
Es de bien sabido que este día comenzaba en España la guerra fratricida más cruel, desalmada y atroz de nuestra historia. 

Pasada la referencia histórica, un modesto hombre llamado Ángel Luis Rodríguez Quijada, farmacéutico de la calle San José, regresaba aquella fatídica noche a su hogar por la mencionada calle. Al momento de llegar a la fachada de la Parroquia de San Nicolás de Bari, donde se aprecia un azulejo del Señor de la Salud, este hombre se encomendó a la imagen que preside la cerámica. 
Al alzar la mirada se encontró con la del Señor de la Salud que, como en un suspiro fugaz, le advirtió que continuara por la calle Muñoz y Pabón en vez de torcer hacia la calle Vírgenes, ambas paralelas, separadas por esta parroquia. 
El hombre hizo caso a la premonición que el Señor le había brindado desde la bendecida cerámica, continuando su camino por la calle Muñoz y Pabón.
A la mañana siguiente, un periódico local informaba que, cerca de las diez de la noche, hora en la que el farmacéutico volvía a su casa, un hombre era brutalmente asesinado en la sevillana y añeja calle Vírgenes, a pocos metros del azulejo del Señor de la Salud. 
Dejad que el tiempo marque su propio compás… es la única manera de hacer que el latido de nuestro ser mantenga su esencia. Tempus fugit. 


Manuel Lamprea Ramírez



¿Sabías qué…? (I) (Sexta Anécdota). 
Tras un tiempo documentándome tanto de manera escrita como por referencias orales, ya sean familiares o de algunos compañeros de tertulia, he recogido, por cada hermandad que compone la nómina de nuestra Semana Santa, pequeñas anécdotas y/o curiosidades de dichas corporaciones, sea nada más que por pasar el rato (y aprender un poco más sobre nuestra Semana Mayor) paseando por los callejones de la memoria arrinconada que recordará dulcemente estos hechos y que seguramente, ustedes lectores, narrarán con suma parsimonia y delicadeza a sus futuros leales.

“¿Sabías que…” Domingo de Ramos.

Al igual que en 2012, en los años 2000 y 2002 la cofradía de la Borriquita tuvo que efectuar su salida procesional unida al cortejo del Amor, debido a las inclemencias meteorológicas.

La Hermandad de Jesús Despojado es la única que ha pedido dos veces la venia en Campana un Domingo de Ramos y, en general, en toda la Semana Santa, al refugiarse en la Anunciación en el año 1998, situación más que similar a la vivida este año.

Hasta hace pocos años, la Hermandad de la Paz rodeaba la Plaza de España a su regreso, hecho que volverá a vivirse el próximo Domingo de Ramos al conmemorarse los 75 años de la fundación de dicha Hermandad.

La Hermandad de la Paz se funda el 29 de mayo de 1939 por ex combatientes de la Guerra Civil española.

El Cristo de la Humildad y Paciencia está realizado en pasta de madera y papel, con lo cual, si sufriera una importante mojada o aguacero, la imagen se deshacería.

En 1974 fue coronada la Virgen de la Hiniesta Gloriosa, siendo Patrona del Ayuntamiento de Sevilla, imagen de Castillo Lastrucci, al perderse la original en el incendio de San Julián de 1932. Una bella historia se cierne junto a esta particular devoción. Esta hermandad fue la primera en utilizar el hábito nazareno, en el año 1510.

Según la voz de la mayoría de los cofrades, el palio de Gracia y Esperanza es el que mejor “suena”, debido al dulcísimo sonido que provocan las bambalinas al chocar con los varales.

La primera imagen que fue grabada, cinematográficamente hablando, es el Cristo de las Penas de Triana, por los hermanos Lumière en el año 1898. Se alzaba solitario en un sencillo paso.

Curiosas anécdotas rodean a la Hermandad de la Amargura. El por qué de Silencio Blanco, por ejemplo. Al parecer, en el año 1910, la mujer del entonces mayordomo de la Hermandad, al presenciar la estación de penitencia de la cofradía, le dijo a su cónyuge al terminar la procesión: “nunca más me lleves a ver esto”, refiriéndose al “espectáculo” que protagonizaba la Hermandad. Decidióse el mayordomo a cambiar radicalmente el estilo de la cofradía, moldeándola y convirtiéndola en lo que hoy conocemos como Silencio Blanco.

El paso de palio de la Virgen del Socorro es el más ancho de cuantos procesionan. También es simpático comentar que unos pequeños nazarenos se esconden entre los candelabros de cola de dicho palio.

“¿Sabías que…” Lunes Santo.

La Hermandad de la Redención, al fundarse, tuvo la intención de formar parte la nómina de la Madrugá. Más aún, una representación de la recién instaurada cofradía, figuró en el cortejo de los Gitanos.

Las flores que embellecieron el paso de palio de la Virgen de las Mercedes de Santa Genoveva fueron todas donadas por la Macarena, ofreciéndoles también manto y palio. De ahí el que la Esperanza sea protectora suya, como bien reza un estandarte que desfila en la procesión. También decir que la Virgen fue coronada en 1997 por iniciativa del barrio.

La Hermandad de Santa Marta en un principio fue concebida como hermandad de Gloria, sin intención de convertirse en hermandad de penitencia. La rosa que todos los años nace bajo el dedo inerte del Señor es donación del afamado periodista Iñaki Gabilondo.

El paso de Cristo de San Gonzalo es, curiosamente, el que más iluminación y candelabros posee. En la cadera derecha, el Señor del Soberano Poder tiene incrustada una frase que dice: “Mi Cristo para Sevilla”, obra de Don Luis Ortega Bru.

La Virgen de las Tristezas cuenta en su paso de palio con el menor número de velas y, en definitiva, el palio con menor candelería de toda la Semana Santa.
Jesús de las Penas, en un principio, fue concebido por la gubia de Pedro Roldán para un retablo, lo cual explica su peculiar postura, dando la espalda a la acera derecha cuando sale en procesión. Es la Cofradía, junto a la del Silencio, a la que se le canta una saeta a su salida.

En el año 1999 fallece bajo las trabajaderas el costalero Juan Carlos Montes, en el Postigo del Aceite, y cada Lunes Santo se interpreta un adagio en su memoria al paso de los dos titulares.

El Cristo del Museo, tallado con una mezcla de maderas cuyos componentes se desconocen hoy día, fue realizado por Marcos Cabrera. Al parecer, observó dichas combinaciones y moldes a los indios aztecas de México en uno de sus viajes. Para secreto indisoluble, el imaginero arrojó los moldes con los que había tallado tal inmensa talla a las aguas del río Guadalquivir.





Manuel Lamprea Ramírez. 



“La Luz de la Esperanza” (Quinta Anécdota).

Siempre se ha dicho que Sevilla, desde tiempos inmemoriales, es Tierra de María Santísima. Y no hace falta ciencia, ni estudio, ni razón. Tan solo… la voz de un pueblo que cada primavera hace eco de su presencia. 

Y aún más, si esperamos que Sevilla se abra en flor de naranjos y rumor de ilusión y viveza entre esquinas de cal y sonrisa cuando se abre, lentamente una nueva Cuaresma. 

Y es que, todo parece un mismo concepto. Ese sueño nos hace sentir que todo ha vuelto a empezar. Que, como todos los años, la ilusión, la vida, y la fe, nos hacen hijos de la Esperanza. 

La Esperanza de que toda esencia se vuelva realidad. La realidad de una nueva Semana Santa. 


Y precisamente esa esencia es la que vengo a evocar. La esencia de la Madre de Dios que, una noche al año (bendita noche…) baja del cielo a Sevilla para hacerse Macarena, que según dicen no hace falta que la alaben, porque Ella misma es Madre, es Reina y es estrella de la más pura mañana. 

Y tras el jolgorio y regocijo de todo un barrio, amanece en los brazos soñadores de Triana que la recibe entre lágrimas que se ahogan en este mar de Esperanza. 

Y fue en una mañana cuando este bendito binomio creó la perfección más absoluta jamás conocida. Una mañana de Viernes Santo. Una mañana en la que, por momentos hubo atisbo de oscuridad, en Sevilla, más que nunca, radió la luz Esperanza. 


Una ligera llovizna hizo que la Esperanza Macarena buscara refugio en la Catedral de Sevilla. Por fortuna, esta pequeña llovizna amainó, sin pensar ni un solo instante el momento que se viviría pocos momentos después. 

El alba raspaba con dulzura los milenarios muros del orbe católico, guardando en su interior tan celestial joya, que aguardaba divisar los primeros rayos de la aurora junto a su pueblo. Pero no lo haría sola. 

La Esperanza de Triana buscaba también su regreso a Triana, guarneciéndose de la ya mencionada llovizna, compartiendo, sin saberlo, templo junto a su homóloga. 

La Macarena cedió paso a la Esperanza que, momentos antes de ser recibida por el pueblo, decidió dejar para los anales de la historia de nuestra Semana Santa esa imagen imborrable que nunca se perderá de nuestra memoria. Las Esperanzas se rendían pleitesía mutuamente, cuales Reinas sin pecado concebidas, de pureza rebosantes y compartiendo el título de ser verdaderas Madres de Dios. 


Y así fue. Una mañana de Viernes Santo. Cuando el cielo hizo presencia. Una mañana en la que, por momentos hubo atisbo de oscuridad, en Sevilla, más que nunca, radió la Luz de la Esperanza. 

Editado por Manuel Lamprea.


LAS SANTAS MISIONES DE 1965
(Cuarta Anécdota).

¡DIOS QUIERE HABLARTE! ¡ÓYELO!


Con este lema, Sevilla hizo máximo honor al título que lleva su nombre: “… y mariana ciudad de Sevilla”. 

El día 12 de enero del año 1965 el Cardenal Bueno Monreal instituía la celebración de las Santas Misiones, en gran parte con ayuda de las Hermandades y Cofradías, que se mostraron desinteresadamente en participar en tan magno acontecimiento, tanto juntas de gobierno como párrocos. 

El acto de fe consistió en llevar las imágenes de las hermandades (tanto cristíferas como marianas) a distintos puntos de la ciudad donde por aquellos entonces no existía referencia devocional debido a la pobreza y lejanía que distanciaba citados barrios del centro sevillano. 

Se necesitaron dos años para organizar tal acontecimiento, pero aún más para tratar el tema de las cofradías. Mucha premura y cuidado por parte de las hermandades.

Más o menos, fueron 50 cofradías y hermandades las que decidieron llevar a los más necesitados la palabra de Dios. Los extramuros de Sevilla vivieron jornadas inolvidables y, a su vez, anecdóticas. 

En su mayoría, las Hermandades trasladaron a sus imágenes en andas, aunque algunas permanecieron en sus templos, como la Macarena, que regresó de su lugar de misión quizá por miedo, en los que se celebraron cultos extraordinarios. 



Las imágenes que dieron fe y sus lugares de misión fueron las siguentes: Soledad de San Lorenzo (San Jerónimo y cementerio), Cristo Yacente del Santo Entierro (Juncal), Cristo de las Cinco Llagas (plaza de Vista Florida), Dolores de María (Servitas) (plaza de Carruncho), Cristo de la Sagrada Mortaja (Cerro del Águila), Señor de las Tres Caídas (huerta de San Gonzalo, cortijo del Cuarto), Cristo de la O (Turruñuelo), Virgen del Mayor Dolor en su Soledad (Pío XII), Virgen de las Angustias (tapias de Cobián), Esperanza Macarena (Polígono de San Pablo), Gran Poder (Santa Teresa y Sanatorio de la Orden de los Hermanos de San Juan de Dios), Virgen de la Merced (Juncal), Virgen de la Caridad (Escuelas de Santa Teresa), Virgen del Buen Fin (Las Mercedes-Tiro de Línea), Cristo de las Misericordias de Santa Cruz (Los Remedios), Virgen del Dulce Nombre (Cerro del Águila), Virgen de la Candelaria (Las Candelarias), Cristo de la Presentación (Luis Montóto), Virgen de los Desamparados (Polígono San Pablo), Virgen de Gracia y Amparo (Los Pajaritos), Virgen de las Aguas (San Laureano), Señor de las Penas (Juan XXIII), Cristo de la Vera Cruz (Fábrica de lámparas de calle Salado), Virgen de la Salud (plaza de Góngora), Señor de la Redención (Nervión), Virgen de la Estrella (Santa Cecilia), Doloroso de la Hiniesta (Cerro del Águila), Virgen del Subterráneo (Colegio Portaceli), y Virgen de la Paz (plaza de América).

Muchas imágenes que dieron verdadera vida a barrios desfavorecidos y carentes de fe que por aquellos días fueron dotados de la mayor bendición que Sevilla a su vez nos brinda. 

Así pues, se vivieron momentos inolvidables que se convirtieron en anécdotas que quedarán para el recuerdo. El Señor de la Vera Cruz y la Virgen del Valle cruzaron el puente de Triana, o como aquel famoso hombre que bramó al cielo aquella frase… “¡que venga el Gran Poder a verme a mi casa!”

Y el Señor nunca falta a su palabra. Una noche lluviosa de enero de 1965, el Gran Poder avanzaba por las calles de Nervión sin refugio alguno, cuando decidieron pernoctar en un garaje cercano a aquel lugar. Aquel hombre llegó a su casa y, abriendo la puerta de su garaje, se encontró de frente al Señor del Gran Poder, iluminado únicamente por dos pequeñas velas que engrandecían, más si cabe, su rostro de Dios eterno, haciendo que tan dichoso hombre, con gesto desgarrador, echara a llorar ante la imagen del Señor del Gran Poder que, efectivamente, había ido a verlo a su casa. 


La Virgen de los Reyes también participó en las Misiones Generales, con dos procesiones extraordinarias los días 14 de febrero y 31 de marzo, siendo este último el día que clausurase las Santas Misiones, con una multitudinaria misa en la Puerta de Jerez. 

Editado por Manuel Lamprea Ramírez. 


Jueves Santo de 1932. Salida de la Estrella
(Tercera Anécdota). 

Retrocedamos tiempo atrás. Parece que esta frase nos indica que estamos traspasando grandes barreras en el tiempo. Sin embargo, apenas setenta años han pasado de aquel día en el que, por un tiempo, Sevilla volvió a ser cristiana en plena República Española.

Retrocedemos a una época en la que las Hermandades sevillanas temían por su patrimonio, tanto material como humano, sobre todo en sus estaciones de penitencia.

Las hermandades se sentían amenazadas por extremistas republicanos recién instalados en la sociedad española. Pasada la Semana Santa de 1931, el 14 de abril de este mismo año, se instaura la II República Española, comenzando así un nuevo periodo en la historia de nuestro país, siendo exiliado el Rey Alfonso XII.

Dejando atrás temas históricos, pasamos a analizar la situación de las hermandades en los meses posteriores a la proclamación. Conflictos sociales durante todo el año, amenazas contra la Sevilla católica… esto causó profunda reflexión y hondo miedo entre los cofrades sevillanos, que se sentían inseguros debido al mencionado estado de la sociedad.
En los últimos meses de 1931 se decide crear la Federación de Cofradías (germen del actual Consejo de Hermandades) para organizar y tratar temas respecto a la Semana Santa de 1932. El gobernador civil de aquel entonces apoyaba constantemente a las Hermandades a realizar su estación de penitencia, ya que se dispondría de fuerzas oficiales para mantener el orden público.

Sin embargo, las Hermandades decidieron convocar cabildos generales extraordinarios con votación de hermanos para decidir su salida los meses previos a la Semana Santa.
A finales de noviembre de aquel año comenzaron los primeros cabildos, y las Juntas de Gobierno seguían recibiendo la seguridad por parte del gobernador civil a la hora de realizar estación de penitencia, lo cual no fue así.

Antes de que hiciera acto de presencia el año 1932 las Hermandades de la Quinta Angustia y el Amor decidieron que no realizarían su salida procesional la próxima Semana Santa. Las demás hermandades siguieron dilucidando en cabildos.

Llegados los meses de enero y febrero las hermandades poco a poco iban anunciando las noticias que todos esperaban: el no realizar las estaciones de penitencia.


Sin embargo, para sorpresa de los cofrades, las hermandades de La O, la Exaltación, La Esperanza de Triana y la Estrella decidieron realizar su estación, “según marcan las reglas de la Hermandad y siempre y cuando haya medios económicos para realizarla”. En La Macarena hubo atisbo de realizar la estación, pero tras varios cabildos llegaba la misma noticia.

Conforme se iba acercando la Semana Santa de 1932, en el mes de marzo, las Hermandades de la O y la Exaltación rectificaron sus decisiones y decidieron no efectuar su estación. Por el contrario, las otras dos hermandades siguieron con sus proyectos adelante.

Cabe destacar que, llegada la Madrugá, la Esperanza de Triana no puso su cofradía en la calle como tenía previsto, sin dar respuesta alguna a aquel hecho ni explicación alguna.

Tras varios “amaños” de voto, disputas internas en la hermandad, por la escasa diferencia de un voto, la Estrella finalmente saldría a la calle el siguiente Domingo de Ramos. Llegado este día, la hermandad se vio imposibilitada a realizarla, debido al poco número de hermanos vestidos de nazareno y escasos medios económicos.

Para sorpresa, otro cabildo realizado el Martes Santo, y con una pequeña ayuda económica, la Estrella partió hacia la Catedral aquel Jueves Santo de 1932 a eso de las cinco de la tarde con un horario muy reducido y con una rapidez pasmosa.

Al llegar a la Plaza del Pacífico (actual Plaza de la Magdalena) la hermandad se vio sorprendida por un grupo de radicales republicanos que intentaron detener la cofradía y alterar el orden. Intervinieron las fuerzas del estado.

Llegada la hermandad a la calle Sierpes, un radical republicano arrojó un ladrillo al paso del Señor de las Penas, causando daños únicamente en un ángel que custodiaba al Señor y partiendo algunos candelabros.

Pero el hecho más importante fue el ocurrido en la puerta de San Miguel, cuando la cofradía se disponía a entrar en la Catedral. Varios disparos retumbaron, en dirección al palio de María Santísima de la Estrella. Por fortuna, solo se vio afectado una parte del palio y algunos varales, saliendo ilesa la imagen Mariana.

Llegada la Virgen a la Plaza Nueva, ya de regreso, la afamada cantaora Rocío Vega Niña de la Alfalfa entonó una saeta que decía así…
Se ha dicho en el bando azul,
Que España ya no es cristiana,
Pues aunque sea republicana,
Aquí quien manda eres tú,
Estrella de la mañana.

Tras varios conflictos, no menos importantes pero con una gravedad más liviana, la hermandad llegó felizmente a su barrio de Triana a eso de las once de la noche, mientras la Virgen era arropada por su pueblo,  que alzaba al cielo aquella frase lapidaria que quedaría marcada en la historia de las Hermandades sevillanas: La Valiente. 

Editado por Manuel Lamprea Ramírez.



“EL ORIGEN DE NUESTRA SEMANA SANTA”(SEGUNDA ANÉCDOTA).

Todos y cada uno de nosotros entendemos de una forma u otra, el vivir y sentir de la Semana Santa, bajo un punto de vista tanto devocional como personal.

Pero, dejando atrás todo sentimiento y fervor, hemos de centrarnos en el verdadero significado y sentido de la Semana Santa: fiesta de religiosidad popular sevillana. La fiesta, la alegría, la fe y la penitencia. Un cúmulo de factores que hace que todo lo que embriaga Sevilla en nuestra Semana Grande sea digno de recuerdo por los siglos venideros, al igual que desearan los primeros cofrades que tuvieron el honor verdadero de inaugurar esta pasión.

Y haciendo honor al nombre de este apartado, comienzo a referirme al papel histórico de la Semana Santa en la ciudad. ¿Cuál es su origen, el germen que poco a poco ha ido evolucionando hasta convertirse en esa semana que tanto ansiamos y esperamos durante todo el año?

La respuesta la tenemos en nuestra propia historia. Hay constancia en la Edad Media de las primeras cofradías, pero no es hasta el siglo XVI cuando verdaderamente se consolidan las primeras hermandades que veneran la Pasión y Muerte de Jesucristo, y que rinden culto con salidas procesionales.

A sus comienzos, las hermandades hacían estación de penitencia a conventos o iglesias cercanas a su lugar de residencia y culto. Así pues, no es hasta el año 1604, en el Sínodo, cuando el Cardenal Niño de Guevara establece una serie de normas en las cuales ordenaba a todas las hermandades a realizar estación de penitencia a la Santa Iglesia Catedral, salvo las de Triana, que lo harían a la parroquia de Santa Ana.

Por otra parte, hay que tener en cuenta el Vía Crucis a la Cruz del Campo, considerado el comienzo de nuestra Semana Santa, lo instituye en 1521 don Fadrique Enríquez de Ribera, primer marqués de Tarifa, a su regreso de un viaje por Tierra Santa. Según una antigua tradición, el via crucis de las "doce estaciones" era el que había seguido a diario la Virgen para recordar el tormento de su hijo. La procesión salía del palacio los siete viernes que componen la cuaresma, rezando los integrantes de la procesión -penitentes y flagelantes con capuchas o nazarenos- tantos credos o padrenuestros como pasos dio Cristo en su pasión. La primera estación se situó en su palacio, que desde entonces sería conocido popularmente como "Casa de Pilatos", dado que fue en el pretorio romano de Jerusalén donde comenzó el camino de Jesús hacia el Gólgota; finalizaba en la Cruz del Campo, en el cual existía además una ermita dedicada a la Virgen de la Soledad, que estaba a cargo de los negros de Sevilla, muy numerosos en este siglo. Diego de Merlo había construido el humilladero en 1482; la cruz actual del templete fue realizada por Juan Bautista Vázquez «el Viejo» en 1571.

Así pues, podemos, de alguna manera, resumir los comienzos y principios de la Semana Santa tal y como la conocemos hoy día, y es una verdadera fortuna que todavía conservemos retazos de aquellas semanas santas y hermandades que sirvieron como mentoras a lo que actualmente tenemos la dicha de vivir.

Y, aunque no lo podamos evitar, la Semana Santa seguirá evolucionando, como la mayoría de nuestras costumbres y tradiciones, pero tengamos fe, esa fe que tanto profesamos, en que nunca se pierda la verdadera esencia de nuestra Semana Mayor, y sigamos aprendiendo de ella.

Editado por Manuel Lamprea Ramírez.



¿Se puede ser cofrade sin ser creyente? (Primera Anécdota).


Como es lógico, con el paso del tiempo, la esencia de las cosas suele sufrir transformaciones, ya sea por olvido generalizado o por nuevas ideas y formas de pensar, tanto como la aceptación social que se respire.

Grandísimo ejemplo lo tenemos en la religiosidad popular. La Iglesia, que a lo largo de la historia, ha sido principal protagonista en diferentes y diversas ocasiones, sobre todo y desgraciadamente, en conflictos sociales y creencias.

Por el contrario, en algunos casos (y solo en algunos) hemos aprendido, de alguna forma u otra, a establecer un orden social, popular y respetuoso en la época tan avanzada de la cual disfrutamos y aprendemos.

Pues, volviendo a lo nuestro, me atrevo a preguntar. ¿Se puede ser cofrade sin ser creyente? Una pregunta con infinidad de respuestas y opiniones contrarias, lógicamente.

Bajo un único apoyo, mi humilde punto de vista, me atrevo a decir que sí se puede ser cofrade sin ser creyente, aunque no se sienta de la misma manera que lo haría una persona creyente. Las lágrimas de fe, emoción y sentimiento derramadas por un creyente no serán las mismas que el cofrade no creyente pueda sentir escuchando una marcha o disfrutando de la suave mecida de un paso de palio, sin percibir ese aura de fe que desprenda la imagen sagrada que presida dicha parihuela.

En terminado resumen, la magia de la Semana Santa es aquella que no entiende de distinciones. Esa magia que, como si de hojas de azahar se trataran, pueden recaer lenta y dulcemente cual tarde de primavera en cualquier alma y embriagar el espíritu con ese halo de misterio y pasión que tan solo nuestra Semana Grande es capaz de hacer llegar a lo más profundo de nuestro ser.



Manuel Lamprea Ramírez.


Así explica un poco nuestro amigo Manuel Lamprea Ramírez, algunas de sus claves para comprender la Semana Santa. Gran entrada. En la próxima, del martes que viene, comenzaremos con las Anécdotas y Hechos Históricos de nuestra Semana Santa.

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